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EE.UU no puede con el gigante asiático y su tecnología

En un conflicto no tan silencioso, pero que hasta ahora se ha mantenido muy diplomático, EE.UU. se ampara en la noción de seguridad nacional, mientras China apela a las más altas instancias del comercio internacional. La llamada guerra de los chips, entre el gigante asiático y la tierra del Tío Sam, parece está por comenzar, y tal vez sea un punto de inflexión, que marque quién será la superpotencia del siglo XXI en materia de microprocesadores.

¿Por qué EEUU teme a China?

El 07 de octubre de este año, la administración Biden dio a conocer unas medidas con las que se busca imponer restricciones a empresas chinas, con respecto a adquisición de chips sin licencia, así como de equipos y conocimientos para fabricación de microprocesadores. 

Estas medidas se hacen extensivas a ciudadanos y empresas estadounidenses, tratando también de evitar que los mismos apoyen la producción de tales dispositivos en las plantas del gigante asiático. Asimismo se restringe la entrada de componentes y GPUs de alta gama. Incluso, hay una entity list de empresas chinas.

Con tales medidas se busca el control a las exportaciones de chips, obligando a las empresas chinas a mostrar permisos para poder realizar operaciones comerciales, mismas que se evaluarán caso por caso, por parte del Gobierno con sede en Washington, toda vez que este tema se considera de primordial «interés para la seguridad nacional del país»

Así, se va un poco más allá de la restricción que se impuso en septiembre de este mismo año a Nvidia y AMD, en relación con la venta de chips a China. Aunque la idea central permanece: impedir que el gigante asiático se beneficie cualquier desarrollo con la etiqueta “made in USA”.

Pero, ¿por qué? Aparentemente lo que se esconde detrás es el clásico business is business. Con esto se buscaría evitar un excesivo crecimiento de la industria china, es decir, que alcance su autosuficiencia. Es oportuno recordar que en estos temas el gigante asiático aún depende de EEUU y de otros países, más cercanos ideológicamente a Occidente, como Japón y Corea del Sur.

Y es que en el intrincado mercado mundial de chips, China depende, para su industria nacional, de un importante flujo de componentes que provienen de varios de los países mencionados, es decir, Corea del Sur, Japón, incluso Taiwán, así como EE.UU. 

Para los del gigante asiático esto es una desventaja, en caso de un eventual conflicto; por ello está buscando la manera de desarrollar por sí mismos componentes avanzados. Prueba de esto: SMIC, el mayor fabricante del país, anunció que había logrado construir chips de 7 nm, demostrando que pese a las estrategias de Washington, China está dando pasos firmes hacia su independencia en tal sentido

China contraataca

Ante la actividad de Washington, el gobierno con sede en Beijing no se ha quedado de brazos cruzados y ha decidido no solo seguir con su actividad, en pro de desarrollar su industria de microprocesadores, sino que ha decidido contraatacar, en el buen sentido. Por ahora, esto apunta a dos grandes líneas de acción. 

En primer lugar, se prepara una fuerte inversión, con una cifra altísima en subsidios: un billón de yuanes, o lo que es lo mismo decir casi 150.000 millones de euros; todo esto será para dar impulso a un sector que desde ya considera clave. De esta manera, el gigante asiático no solo busca asegurar su independencia en producción de tecnología, sino salirse del atolladero en que quiere meterlo el proteccionismo norteamericano.

Dicho plan, que podría comenzar a implementarse a inicios de 2023, además de los subsidios, incluye políticas fiscales que beneficien a las empresas del sector de fabricación de chips, aunque el Consejo de Estado todavía no ha dado más detalles al respecto. 

Por el otro lado, en fechas recientes China ha acudido ante la instancia de mayor autoridad en la materia: la Organización Mundial de Comercio (OMC), a fin de impugnar las restricciones impuestas por EE.UU. 

Como argumento, desde Beijing se alega que Washington está violando las reglas del libre comercio. Por ende, China espera que la OMC tome cartas en el asunto, para anular los controles impuestos por EE.UU. En un comunicado, el gigante asiático asegura que con esta demanda solo desea defender sus derechos e intereses legítimos, por lo que busca resolver el conflicto por medios legales

También añaden que el gobierno de los Estados Unidos ha generalizado y abusado de la idea de la seguridad nacional, para imponer medidas de control que consideran arbitrarias, poniendo trabas al comercio internacional. 

¿Y qué pasará ahora?

Apenas está iniciando la batalla legal en la guerra de los chips. Aún falta para que la Organización Mundial de Comercio emita un dictamen. Pero, en el supuesto de que se falle a favor de China, no significará necesariamente que EE.UU. cambie el rumbo de sus políticas y levante las restricciones. 

Incluso, ya hay un precedente, de una condena de este organismo a unas medidas de aranceles impuestas durante la administración Trump. Pero, el gobierno de Biden rechazó el dictamen de la OMC, amparándose por enésima vez bajo el sempiterno argumento de la protección a la seguridad nacional, sobre la cual ni dicho organismo internacional, ni ningún otro, tiene poder de decisión.

A su vez, Washington refuerza su apuesta por este sector que considera estratégico. De hecho, en agosto de este año, Joe Biden firmó una ley según la cual se van a destinar más de 50.000 millones de dólares para la investigación y subvención de la producción de chips en el país del tío Sam, a la vez que se habla de un generoso crédito para las empresas que los fabrican.

Por lo pronto, más que una guerra, este asunto de los chips nos recuerda un poco la carrera espacial de la desaparecida URRS contra USA, ganada por este país. Pero, la competencia es otra; y el contendor también. Veremos.

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